Melvin Martínez viste de novia su obra

Vista de la exposición “Silvestres” de Melvin Martínez
Por Lic. Luis Cotto Román / Abogado de una firma legal en Puerto Rico,  coleccionista y amante del arte.

Un sábado del mes de octubre, cerca del mediodía, recibí la llamada de una amiga que me invitó a visitar la exposición “Silvestres”, de Melvin Martínez, en la Galería de la Universidad del Sagrado Corazón.  Aunque conocía de la exposición, y había leído que se trataba de la primera del artista en la Isla en casi una década, no había considerado hacer un esfuerzo mayor por visitarla, pues habiendo visto fotografías de algunas de las obras que conformarían la muestra, confieso que mi curiosidad no alcanzó los niveles necesarios como para planificar una visita. Las fotografías anunciaban telas blancas, principalmente monocromáticas, que se distanciaban marcadamente de los célebres lienzos multicolor en que Melvin aplicaba espesas y ondulantes capas de color, salpicadas por escarcha y ataviadas por diversos elementos extra pictóricos, como lazos de regalo, flores y frutas plásticas, entre otros objetos que tornaban la tela en un fascinante y divertido escenario de color y formas brillantes y vibrantes, reflejando la euforia y energía caribeña de un artista cuyos sentidos han quedado indefectiblemente marcados por este entorno de luces, color y calor en que estamos inmersos los hijos de esta tierra.

¿Acaso Melvin había perdido ese sentido del humor en la tela y capacidad de divertirse en su trabajo, que tan convincentemente había proyectado en el tipo de obra que lo dio a conocer antes de “Silvestres”? Es cierto que conozco de varias personas que no podían asimilar el cúmulo de elementos y los colores tan llamativos y agresivos en la obra de Melvin, pero también conozco de muchos, entre los que me cuento, que no podían más que sonreír y alegrarse ante esas telas cargadas de elementos y capas de pintura que lograban un efecto irresistiblemente táctil en el espectador.  El exceso, lo bien o mal juzgado “kitsch”, el brillo, y la similitud de su obra con un ambiente de “cumpleaños de marquesina”, la hacían particularmente llamativa y emocionante.  Las ondulaciones y colores de su pintura parecían representar el “frosting” del bizcocho de la ocasión; las cintas, los regalos con que se agasajaba al homenajeado; la escarcha, el rutilante adorno de los gorritos o de la piñata; y las flores y aves plásticas, parte de la decoración que se podía identificar en el hogar de clase media donde se celebrara la fiesta.  Las obras de Melvin eran evocación de un mundo feliz y más simple en el que los que, como yo, éramos niños y pre-adolescentes desde mediados de los setenta hasta inicios de los ochenta, participábamos de esas festividades icónicas de brillo, luces, dulce y plástico caleidoscópico, que el paso del tiempo no ha podido apagar en nuestras mentes.

Cocktail Fruit & Tropicales, año 2006, (no es parte de “Silvestres”)

Por lo menos eso es lo que evoca para mí la obra tradicional de Melvin que acabo de describir, aunque con igual validez pueda representar algo distinto para otras personas, como es el caso de la muy apreciada y respetada Michelle Fiedler, autora del magnífico ensayo para el catálogo de “Silvestres”. Para Fiedler, quien es mucho más joven que yo, la obra de Melvin refleja “…una sociedad obsesionada con el espectáculo, el bling-bling, el pimping, cirugías plásticas, diamantes, ‘la glamourización’ del crimen, las drogas y el sexo y la moda”.

A juzgar por las asociaciones que hago de la obra de Melvin con el juego y la celebración, pienso que Melvin, como artista plástico, logra con coleccionistas de mi generación lo que diseñadores gráficos y expertos en la conducta humana se combinan para lograr en las mentes de los otrora niños con la selección de nombres como “Google” y “Yahoo!”, y en la selección de llamativos colores de íconos que aparecerán en la pantalla de un I-Phone.  A fin de cuentas, aunque seamos adultos con responsabilidades, nunca dejamos morir al niño que reclama su lugar y que, imposibilitado de emplearse libremente en los juegos de antaño, los transforma “dignamente” utilizando juguetes útiles y necesarios para descargar las responsabilidades de la adultez.

Silvestres , acrilato sobre tela, 2016

No obstante mis evocaciones y mi apego a la propuesta de Melvin antes de “Silvestres”, sé que la misma ha probado ser bastante controversial y polarizante, generando reacciones que podríamos considerar auténticamente viscerales de uno y otro lado del gusto estético. De hecho, su ascenso al estrellato artístico internacional se suscitó en medio del II Certamen Internacional de Pintura de Castellón, en 2005, en el cual Melvin resultó galardonado al seleccionarse su pintura “Wonderland. El País de las Maravillas”, como la ganadora, obteniendo con dicho reconocimiento un premio en metálico de 60,000 euros.  Un participante insatisfecho desató una penosa polémica al retirar su obra del certamen, denunciando supuestas irregularidades; violación del reglamento del certamen; y transgresión de las “garantías de imparcialidad y equidad” del mismo. Solicitó la anulación del evento e indemnización en daños y perjuicios.

El diputado de Cultura de Castellón defendió la selección que el jurado hiciera de la obra de Melvin, destacando que dicho jurado expresó que “Wonderland. El País de las Maravillas” era “una celebración neobarroca de la vida y la sensualidad, una celebración del exceso en la que encontramos un excitante punto de provocación que no estamos acostumbrados a ver en la pintura europea”. El referido diputado agregó que la obra de Melvin había sido seleccionada por el jurado por “ser una obra diferente a la que normalmente hubiera elegido”.

Las reacciones fuertes, vigorosas y pasionales usualmente provocadas por la obra de Melvin, se expresaron sin ambages en la reseña que, el 22 de junio de 2007, hiciera Martha Schwendener para The New York Times, sobre la muestra “Fresh Paint” que Melvin presentara en la reputada galería de Yvon Lambert. Schwendener comienza expresando: “Much is wrong with the Puerto Rican artist Melvin Martínez’s paintings”.  En su sustrato, los elementos que considera objetables la autora en la pintura de Melvin son todos esos objetos extra pictóricos que se conjugan en el lienzo con pintura que ella asocia con el Expresionismo Abstracto. Al profundizar en su escrito, se advierte que Schwendener estimaba censurable la imbricación del lenguaje modernista del Expresionismo Abstracto con lo que consideraba un excesivo sentimentalismo Rococó, dando a entender que ambos lenguajes artísticos resultaban incompatibles.  Habiendo dicho lo anterior, sin embargo, la crítica rescata al artista, admitiendo que “[t]here’s something kind of great about Mr. Martínez’s flagrant transgressions”, aunque termina con una nota de censura por los “excesos” de Melvin.


Silvestres II, 72” x 48” x 5”, acrilato sobre tela, 2016 

Evaluando el mismo tipo de propuesta artística, sin embargo, Barry Schwabsky proyecta a Martínez como un artista singular en la evolución de la pintura. Lejos del tono acusatorio a los “excesos” de Melvin que Schwendener hiciera, en su escrito para ArtPulse Magazine titulado “Melvin Martínez: Material Sensations and the Artificial Flesh of Color”, Schwabsky plantea que Melvin ofrece algo sustancialmente nuevo en la pintura, mostrando “un nuevo Pollock”, abriendo en el proceso nuevas posibilidades para la pintura en el futuro.

Básicamente, Schwabsky estima que la pintura de Melvin ha sido importante en la era post-Pollock por dos razones principales.  La primera, porque supo hermanar, y no considerar elementos antagónicos, lo óptico y lo matérico de la pintura, atributos éstos que, de manera respectiva, Clement Greenberg y Donald Judd consideraban que constituían uno de los elementos que explicaban la grandeza de la obra de Pollock.  Aunque Greenberg fuera partidario de lo óptico y Judd de lo matérico para intentar explicar la trascendencia de la obra de Pollock, ambos coincidían, sin embargo, en que el otro elemento que destacaba la obra de Pollock sobre otras era su unidad. Prosiguiendo su evaluación de la obra de Melvin, Schwabsky destaca que, al igual que Pollock, la obra de Melvin refleja unidad (“all-overness”), pero que Martínez ha demostrado que no hay razón por la cual tomar partido entre lo óptico y lo matérico, pues él iguala ambos atributos en su pintura.  Indica Schwabsky que es la densidad material de la superficie, y la avasalladora urgencia táctil que provoca, la que proyecta prominentemente el color en la pintura de Melvin. Añade que en ésta, lo óptico del color resulta enteramente congruente con lo matérico de la superficie, lo cual es convincentemente logrado no solamente por la densa pintura que aplica, sino por la heterogeneidad de materiales utilizados por Martínez, tales como escarcha, flores artificiales y lazos plásticos, los que no pueden dejar de ser lo que son intrínsicamente, añadiendo sus notas particulares a la pintura, y formando parte consustancial de la “piel” de la misma. Obsérvese cómo la misma propuesta de Melvin causa apreciaciones y reacciones tan disímiles en Schwendener y en Schwabsky. Mientras para aquélla los elementos extra pictóricos se encontraban en una especie de matrimonio ilícito (“unholy matrimony”) con el lenguaje modernista del Expresionismo Abstracto, para Schwabsky no hay nada ilícito en tal unión, siendo ambos lenguajes parte de la misma piel de la pintura.

Vista de la exposición “Silvestres” de Melvin Martínez

Según Schwabsky, la importancia de Melvin como re-intérprete de Pollock puede atribuirse a algo que va más allá de su brillante síntesis de lo óptico y lo matérico, y es en que, al igual que Pollock, y distinto a la apreciación en común de Greenberg y Judd sobre la unidad y aparente efecto de simpleza en la obra del artista estadounidense, Martínez trabaja sus abstracciones con un extraordinario y complejo nivel de detalle, el cual Schwabsky entiende había quedado fuera de la producción de artistas que pretendían seguir el legado de Pollock.  En otras palabras, según Schwabsky, la gran aportación de Melvin es que le ha devuelto a la abstracción su riqueza, densidad y extraordinario grado de detalle.

Luego del derroche cromático y de formas en la obra ampliamente conocida de Melvin, nos sorprende en “Silvestres”con una pintura monocromática, inicialmente percibida como discreta y callada, apagando el brillo y la sensualidad de aquellos colores, formas y elementos que antes gritaban estentóreamente en sus telas y que saturaban el ojo.  Michelle Fiedler, en su ensayo para “Silvestres”, comenta que en lo que parece un giro tan abrupto en la producción de Melvin, no se debe estar “…buscando un significado alegórico al que atribuirle su cambio, sino viéndolas como una búsqueda interna de su relación personal con el medio mismo”. Fiedler señala acertadamente que Melvin gestó el concepto de las pinturas que componen “Silvestres” en Ciudad de México para su muestra de 2013 titulada “Mucho Gusto”. Fiedler añade que siempre le pareció interesante que Melvin optara por blancos y negros, ello mientras estaba inmerso en una ciudad donde el color impregna el paisaje, la vestimenta, artesanías, frutas y vegetales. En una entrevista concedida a “Comunicaciones Integradas”, de la Universidad del Sagrado Corazón, Melvin valida el entronque de las pinturas de “Silvestres” con las que presentara en “Mucho Gusto”, y describe su pintura así: “Estos tejidos elaborados en polímeros son vistos como construcciones sutiles dado a que se van convirtiendo en grandes tejidos que se entrelazan a través de las texturas escogidas, algunas programadas, otras más orgánicas y silvestres”.

Vista de la exposición “Silvestres” de Melvin Martínez

Ciertamente, la obra que emergió de la labor creativa de Melvin luego de la experiencia mexicana fue sorpresiva por la sobriedad de su paleta, contrastando con la impactante explosión de colores de su obra hasta el momento, y la exuberancia y color que típicamente se asocia con lo mexicano. De hecho, la selección de su paleta durante su estancia en dicho país “confundió” a algunos amantes y conocedores del arte mexicano, quienes, según nos parece, esperaban del artista alguna nueva expresión cromática y de formas que pudiera ser racionalmente vinculada con lo mexicano. En otro ejemplo de lo polarizante que puede ser la pintura de Melvin, Concepción Moreno escribió para “El Economista” su reseña titulada “Sorry, Melvin, no entendí nada”. En la misma, si bien destaca de las obras de Melvin que “[s]e antoja tocarlas” y que “[s]e ven infantiles y producen reflejos infantiles en el espectador”, deja traslucir su confusión y decepción pues “…no veo la influencia mexicana ni creo que el resultado sea muy interesante”.

Quizás Concepción Moreno reaccionó sorprendida, y decepcionada, porque esperaba que su hermoso país le transmitiera al artista toda la vibración, el color y los destellos lumínicos que asociamos con la cultura y el paisaje mexicanos.  Sin embargo, hay otros procesos, principalmente síquicos, que, en el caso del artista se pueden expresar plásticamente de un modo impensado y aparentemente incongruente con el ambiente que le rodea.  No debe olvidarse, además, que Melvin procede de un país caribeño en que la saturación cromática del paisaje dejó su huella y se expresó de manera decisiva en sus telas. 

Al llegar a México, su experiencia tenía que ser muy distinta a la de, por dar un ejemplo, un artista de un país nórdico que, al arribar al mismo país, quedara irremediablemente impactado por el dramático contraste del expresivo y rico color de la tierra azteca con el ambiente frío y luz apagada de su entorno de origen.  Para Melvin, seguramente fue más decisiva e impactante la atmósfera emocional colectiva que pudo haber percibido en México; los procesos sociales y politicos del país; y, primordialmente, los eventos personales que el artista estuviera viviendo al momento de su estancia allí.  En otras palabras, las percepciones anímicas de Melvin pudieron haber sido más significativas que las sensoriales.


Silvestres VII, 24” x 18” x 5”, acrilato sobre tela, 2016 

Se trataba, a fin de cuentas, de un hombre entrando a otra etapa de su vida en que la introspección resultaba inevitable, quizás acentuada por la nostalgia de saberse fuera de su país.  Ello, si se analiza conjuntamente con el hecho de que para Melvin el color palpitante y vívido le había sido obsequiado con prodigalidad por el paisaje borinqueño, reflejándolo en grado superlativo en sus telas, hace comprensible que haya expresado plásticamente su tiempo en México de una forma tan distinta a la esperada. Si se considera, además, que Melvin había alcanzado una mayor madurez artística y personal, resultaba lógico que optara por depurar y reducir elementos; y que decidiera dotar sus obras de elegante sobriedad donde antes su espíritu indómito le dictaba color, brillo, formas sensuales, plenitud y exceso de elementos.  En última instancia, ¿no resulta un derivado racional lógico que, después de llenar, rellenar y cargar sus telas de tantos elementos pictóricos y extra pictóricos, sus sentidos le pidieran sosiego, mesura y recogimiento?

Tejiendo y Bien Duro, acrilato sobre tela, 2016

La radicalidad del cambio en la obra de Melvin no es algo que deba sorprender realmente. A poco se repase la historia del arte universal se advertirá que luego de, o simultáneo a, algún movimiento caracterizado por la abundancia y complejidad de formas, se expresa uno que busca simplificar, reducir, aquietar la turbulencia y sosegar los sentidos y el alma. Mientras el Cubismo de Picasso y Braque se desplegaba en todo su esplendor en Francia, el Suprematismo formal y minimalista de Malevich hacía lo propio en Rusia.  Mientras el Pop Art nacía de la observación y exaltación de la sociedad de consumo que se gestaba como consecuencia de la prosperidad económica y abundancia que había alcanzado, representando íconos de tal sociedad de consumo, muchas veces en serie, se gestaba en la misma sociedad, al mismo tiempo, el exquisito minimalismo de Carl Andre, Donald Judd y otros.

Aplicada la anterior tendencia al cuerpo de trabajo de un mismo artista, identificamos otros elocuentes ejemplos. No es casualidad, por ejemplo, que luego de la carátula del disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), diseñada por el artista pop Peter Blake, caracterizada por su colorido y multiplicidad de figuras de personas que formaban la mítica banda de Sergeant Pepper, los Beatles optaran porque la presentación de su próxima producción fuera una austera carátula completamente blanca, sin representación gráfica alguna que no fuera el nombre del grupo, diseñada por el artista minimalista Richard Hamilton. Dicho cambio también se puede entender cuando se considera que 1968 fue un año particularmente turbulento a nivel mundial, resultando imperativo para el ser humano que respondía de manera sensible a dichos eventos, buscar algún punto de quietud e imperturbabilidad en medio de la conmoción que se vivía entonces. No es casualidad tampoco que Piet Mondrian haya simplificado su propuesta pictórica a líneas y colores primarios, abandonando la ruta de cada vez mayor complejidad que seguía su obra hasta el momento que dio un decisivo giro. Si algo puede colegirse de estos ejemplos es que hay momentos en que un artista siente que ha utilizado tantos elementos y efectos en su obra, que no tiene otro camino que no sea la economía y reducción de formas y colores. 


Silvestres I, 72” x 48” x 5”, acrilato sobre tela, 2016

Melvin Martínez ha acometido el reto de trabajar en la monocromía. Para mi agradable sorpresa al visitar “Silvestres”, encontré que su obra tiene un poderoso impacto visual con un lenguaje más sobrio, elegante y simple.  La urgencia con que continúa trabajando sus telas se ve aparencialmente mitigada por un color blanco desprovisto de otra ornamentación que no sea las sinuosas y seductoras formas que logra con el acrilato.  No ha quedado privada en modo alguno su obra, sin embargo, de esa riqueza y densidad cuasi escultórica que nos fascinó en un inicio.  Atrás quedó el efecto impactante del estallido de colores, pero nos convence con efectos igualmente ricos e impactantes desde la monocromía, lo que constituye un reto mayor del que ha salido airoso.  La propuesta actual de Melvin es madura, inteligente y auténtica. Ahora podemos ver efectos textiles en su obra, finísimos encajes, y hermoso y sutil ropaje en la majestuosa pulcritud del blanco. Su compañera de vida, la pintura, ha acogido con beneplácito el ser despojada de sus ropas brillantes y llamativas; entender el serio compromiso de Melvin con ella; vestirse de novia; y gozar de una etapa de sosiego con su prometido.  En “Silvestres”, somos afortunados testigos de esa unión.


“Silvestres” estará expuesta en la Galería de la Universidad del Sagrado Corazón hasta el 20 de enero de 2017.

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