Hallazgos Esterianos de un Universo en Expansión





















Artista Raúl Esterás
Por Lic. Luis Cotto Román 

Recuerdo la primera vez que vi la obra de Raúl Esterás. Se trataba de un pequeño bloque de madera con una superficie irregular, la cual exhibía perforaciones de varios tamaños y alternancia de niveles, con apariencia de diversos estados de desintegración en la madera, lograda por la manera tan expresiva y lúdica en que el artista talló el bloque, y sacó formas al relieve. Pinceladas de azul, y diversas tonalidades de verde y marrón, con una fina colocación de tornillos incrustados en la madera, se presentaban como elementos particularmente atractivos, intensificados por la brillantez que les brindaba el elegante barnizado aplicado por el artista. La utilización de los tornillos de algún modo sugería la presencia de astros, y el brillo de los tornillos y del espacio circundante acentuaba dicha asociación. Sin embargo, a un nivel más profundo la obra me atrapó por una asociación muy personal e íntima. Los bordes del bloque estaban pintados en un amarillo interrumpido por manchas negras y marrón, pareciendo la pieza ante mis ojos como una vieja puerta de madera deteriorada por el tiempo e inmisericordes condiciones climatológicas, pero que para mí pulsaba la sensible cuerda de la nostalgia, ya que me hacía evocar alguna puerta de madera en la casa de mis abuelos paternos en las parcelas Aguas Claras en Ceiba. Al momento de posar mis ojos sobre la obra, ya la existencia física de mis abuelos había cesado, pero la obra desencadenó hermosos recuerdos de mi época de niñez en compañía de ellos cuando mis padres me llevaban a visitarlos.

Comprendí que esa pequeña escultura era mucho más que madera, pintura y metal. Era un microcosmos de gran poder estético y expresivo. Era, ciertamente, una pieza que parecía tener alma impregnada en cada fibra de la madera en que se desataba la manifestaciónartística de su autor, y cuyo precio ($75), ciertamente palidecía ante un valor que yo estimaba incalculable.

Luego de ese encuentro inicial con la obra de Esterás, procuré seguir indagando sobre el artista hasta que lo conocí en la apertura de la exposición “Observaciones Nocturnas”, en The Art Room. Dialogué con Esterás extensamente sobre su obra sin expresarle lo que podía ser mi motivación ulterior: quizás recoger mis impresiones en un ensayo y enviarlo a Puerto Rico Art News. Como no sabía si contaría con el tiempo para hacerlo, no le expresé que posiblemente escribiría. Una vez terminado el diálogo, sin embargo, la fascinación con su propuesta fue tal que las ideas golpeaban los confines de mi mente y reclamaban ser liberadas y aferrarse tangiblemente al papel.



Hay quienes sostienen que aquellos que pretendan analizar responsable y seriamente la obra de un artista, y emitir juicios valorativos de su calidad plástica, deben prescindir de considerar, o al menos deben procurar estimar como elemento de menor importancia, la biografía y hechos vitales del artista, toda vez que “…la vida en sí no nos puede explicar completamente los móviles que llevaron al artista a adoptar tal o cual forma dentro de su arte. Pretenderlo es no conocer en absoluto el alma humana y menos aun las extrañas y complejas circunstancias que presiden la construcción del estilo”. Damián Bayón, Construcción de lo Visual, Editorial Universitaria, Río Piedras, Puerto Rico, Reimpresión, 1981, pág. 35. La obra de arte, afirman profesionales en la materia, debe sostenerse por sí misma.  El destaque que el escritor haga de las bondades de la obra analizada debe, si no prescindir, al menos adjudicarle mínima atención, a otro discurso que no sea el de sus líneas, formas, color, textura, juego de luz y sombras, y cualesquiera otros elementos plásticos que formen parte del objeto artístico. Bayón resume su pensamiento en los siguientes términos:

“Como espero demostrar más adelante, el estilo de cada artista es el resultado de una larga, penosa construcción que no supone un día o un año, sino que representa la lucha paciente o desesperada ante una técnica, una voluntad de arte y un afán de expresarse a sí mismo y a su época. Justamente, el resultado de todos esos afanes es lo que llamamos abreviadamente: obra de arte. Es en ella y principalmente en ella: obra concreta, tangible, nunca gratuita pero nunca totalmente determinada por factores externos, adonde debemos de ir a buscar la interpretación de un arte y de un artista. No en la vida del creador ni en el repertorio de sus pensamientos o virtualidades, realizados unas veces, otras sólo presentes en forma de impulsos más o menos frustrados”.Ibid. (Itálicas en el original)

Indudablemente, la obra de arte, la cual de ordinario sobrevive al artista, debe manifestarse en toda su plenitud y hacer ostensibles los atributos que la hagan merecedora de admiración como tal obra de arte. A fin de cuentas, el artista, en algún punto en el continuo del tiempo, no estará físicamente presente para contar su historia y cómo esta historia forma, informa y deforma su producción artística. Concurro con este pensamiento, pues, tomando el mismo ejemplo de Esterás, logré un apego inicial a su obra sin conocer la biografía del artista. Detectaba, sin embargo, que aparte de la evidente calidad plástica de la obra, había un sentimiento del artista que se desbordaba de la pieza y se comunicaba directamente con la sensibilidad del espectador. Dicho lo anterior, resulta innegableque, sin hacernos siervos de la trayectoria analítica de un “biografismo” excesivo, como ciertamente censuraría Bayón, debemos procurar reconocer esas ocasiones en que la biografía de un artista ha desempeñado un papel tan vital en sus modos de hacer arte, que la apreciación de su trabajo quedaría trunca si no nos adentramos en ese “biografismo”.

Este ha sido mi caso al abordar la obra del joven artista cagüeño Raúl Esterás, en su muestra “Universo en Expansión”, en la Casa Ashford en el Condado. Digo esto, pues las conversaciones que he sostenido con Esterás hace varias semanas, las cuales han estado salpicadas por espontáneas revelaciones del artista sobre momentos definitorios que han marcado su vida de manera contundente, me han permitido “expandir” mi apreciación de su obra.

La propuesta de Esterás en esta exhibición se ve extraordinariamente resumida en el vocablo “expansión”, que forma parte del título que ha dado a la misma, y el cual no podría ser más certero. El artista explica el discurso conceptual que anima su muestra, en los siguientes términos:

“Sentí, sin embargo, que había dejado mucho por decir en ‘Observaciones Nocturnas’, por lo que concluí que una expansión resultaba necesaria. No solamente necesitaba acometer la tarea de llevar a cabo una expansión literal, ello a través de una mayor cantidad de obras, sino que tenía que abordar una expansión de la discusión de mis inquietudes filosóficas y existenciales provocadas por ese Universo que nos genera más preguntas que respuestas. En ‘Universo en Expansión’, entro más de lleno en mis cuestionamientos sobre el cosmos, como la interrogante de qué realmente hay más allá; cómo son esos mundos que no alcanzo a ver; me planteo posibles albergues para el ser humano en ese Universo desconocido y misterioso, ante la triste realidad de lo inhabitable que hemos hecho nuestro planeta Tierra como consecuencia de nuestros desmanes y excesos; imagino ciudades y constelaciones que sé que tienen que estar en algún lado; y me pregunto dónde quedamos los seres humanos en toda la inmensidad de esta expansión”

Reconociendo que había dejado inconcluso el diálogo con el espectador que había iniciado en “Observaciones Nocturnas”, el artista no quiso sacrificar la coherencia del diálogo plástico e intelectual que prosigue en “Universo en Expansión”, por lo que incorporó a ésta las obras de “Observaciones Nocturnas” como parte consustancial de su propuesta en su más reciente muestra. Se trata de obras con un hilo conductor que no debía ser cortado. Cada una de las piezas que conforma “Universo en Expansión”, expresa una reflexión sobre el cosmos y nuestro lugar en el mismo.

Este Universo continúa dilatándose ante los ojos del artista, quien ha visto cómo su comprensión del mismo, o al menos sus inquietudes respecto a los misterios que encierra, se han ampliado en la medida en que su curiosidad infantil de un inicio, se ha complementado con  necesarias  e insoslayables reflexiones producto de su encuentro cara a cara con el dolor más sobrecogedor y redefinitorio, el cual le condujo a abordar con urgencia inquietudes espirituales y filosóficas que latían en su pecho.

Adentrado en su adolescencia, contaba Raúl, por un lado, con inclinaciones hacia el dibujo y la pintura, y, por otro, con una insaciable curiosidad humana e intelectual por ese cielo nocturno inmenso y profundamente negro que observaba a través de la ventana en su cuarto, o en campo abierto durante interminables horas. No se había decidido el artista, sin embargo, a unir una actividad con otra, manteniéndolas relativamente deslindadas. De momento, su ser interno se sobrecogió todo al encarar la dolorosa realidad del fallecimiento de su padre; cuatro años más tarde, cuando aún lidiaba con sus emociones y la pérdida de su progenitor, experimentó la punzada al alma de la muerte de su hermano. Fueron dos rudas estocadas que lo mantuvieron en un estado de desasosiego; con muchas preguntas que no lograba contestar.

Puertas Cósmicas

Fue entonces que, sin recordar con certeza cómo llegaron a su poder, se encontró con unos retazos de madera y sintió la urgente y febril necesidad de desahogar sus emociones y su creatividad en la madera. Una voz interna lo dirigió hacia un ejercicio catártico para desahogar el dolor anudado en su pecho. Así, se fueron revelando formas que se presentaban como materialización de retantes preguntas que trataba de en algún modo contestar. Intensificó su mirada hacia ese firmamento que siempre le fascinó, pero esta vez con un sentido mayor de propósito, y con la necesidad de hallar respuestas. Las preguntas pasaron de ser puramente intelectuales, a ser existenciales. Demás está decir que sus cuestionamientos de quiénes somos; qué hay más allá; hacia dónde nos dirigimos; y con qué propósito estamos aquí, se incrementaron en su mente y en sus emociones de un modo casi incontrolable. La súbita pérdida de dos seres caros a su alma, que ya no estarían, le volcó hacia los confines de su ser, lo cual lo llevó a mirar hacia arriba, para luego mirarse a sí mismo.

La madera pronto quedaría marcada por hendiduras, surcos, perforaciones, alternancias de formas cóncavas con protuberancias. Luego, el metal hizo su aparición. Tornillos se integraron a la madera y comenzaron a dialogar con ésta. Otros objetos, como canicas y otros de forma esférica, también hicieron su acto de presencia. La alusión a los astros se hizo evidente, ataviando Raúl la madera con ecos de constelaciones, lunas, galaxias, y toda esa madeja de mundos que sus observaciones, y su fecunda imaginación, le llevaban a revelar con la sierra, la gubia, la lija, y el fuego. Así, pues, la cálida nobleza de la madera y la fría dureza del metal como elementos recurrentes en su obra, adquirían sentido y coherencia.

Fue así que Esterás redondeó su análisis del ciclo de la vida en una dimensión expandida. Encarar la mortalidad humana de manera tan cercana y directa, indefectiblemente lo llevó a plantearse el lugar del ser humano en un Universo en expansión.

Ese encuentro con la madera y el metal, que se presentaron como visitantes inesperados, le lanzó una irresistible invitación a explorar, perforar, horadar, marcar con delicadeza o con furia, purificar con fuego abrasador, ensamblar; en fin, le sirvió de fuerza motriz para comunicarse y volcar sus energías creativas en la madera. La influyente crítica y curadora de arte Anna Astor Blanco, quien escribió el ensayo que acompaña el catálogo de “Universo en Expansión”, describe sucinta, certera y bellamente el proceso de Esterás en los siguientes términos:

“Sus obras comparten una constante contradicción complementaria, algunas meramente por su textura aterciopelada, que confronta esculturas de cortes crudos como cicatrices. Igualmente, ocurre en su selección de soportes y materiales. Son ‘maderas y materiales de construcción’ tal como las describe el artista. Trabaja por intuición manteniendo conexión con sus nudos y vetas aprovechando las imperfecciones del material. El efecto de extraña profundidad, puede ser comparado con el firmamento, con un tacto visual sedoso, yuxtaponiéndose con las que surgen de la destrucción: quemando, raspando, picando, restando y en ocasiones añadiéndoles color. En las mencionadas maderas que pule y tiñe logra la apariencia de una caoba noble”.

No sé si la palabra “expansión” evoca en Esterás en alguna medida el enfoquebíblico-teológico de Génesis 1, esto es, el relato de la creación de la expansión para dividir las aguas de debajo y arriba de la expansión, como ciertamente lo hace en mí al escucharla, toda vez que es una asociación firmemente alojada en mi alma y mi memoria. Sé, sin embargo, que en la concepción de Esterás sobre dicho vocablo, el artista se plantea en su obra la expansión de las fronteras del ser humano hacia otras regiones más allá de las terrestres; en ocasiones con un enfoque más científico, en otras, con uno más existencial. Sin embargo, en su reducto final, Esterás imbrica imaginación con ciencia y hambre existencialista de conocer el origen de todo, y detalles de nuestro transitar por esta pequeña parte de un Universo inmenso.






















De la Serie “En busca de señales”

La piezas tituladas “En busca de señales I” y “En busca de señales II” deleitan los sentidos por su exquisito minimalismo, pureza de líneas y formas geométricas, y esa apariencia “sedosa” y “aterciopelada” de la que nos habla Astor Blanco en el pasaje antes transcrito. La elegante austeridad de formas y serenidad en la presentación del tema, hacen eco de la objetividad de la ciencia que busca señales que le permitan conocer más de ese cosmos antes tan inescrutable y que cada día nos va revelando más atisbos de los profundos misterios que encierra. Ambas aluden a movimiento, igual que otra extraordinaria pieza de la muestra: “Vínculo”. Abordan el movimiento de los satélites o módulos lunares que se utilizan para investigación científica, o el de órbitas extrasolares, como el reciente descubrimiento por la NASA de la estrella TRAPPIST-1 con sus exoplanetas potencialmente habitables que se encuentran a 40 años luz de la Tierra. Éstos fueron detectados usando el “método de tránsito”, una técnica que se basa en el paso de un objeto espacial (o cuerpo planetario) por delante de otro más grande, visto desde nuestra perspectiva terrestre. Ese interés por el movimiento, que resulta evidente en la obra de Esterás, fue recogido por Astor Blanco, de la siguiente manera:

“Estas figuras en conjunto parecen tener la habilidad de desplazarse mecánicamente y su compleja sencillez oculta un enigma de símbolos, con un aire tanto misterioso como familiar. Las formas, alternan entre cuadrados y círculos, elementos geométricos considerados básicos, a las que Raúl les brinda complejidad. Utilizados como dispositivos que componen y descomponen los engranajes mecánicos a punto de lograr su funcionamiento. Tal dinamismo cuestiona sobre su función y su existencia. ¿Cómo algo tan complejo se mueve? La misma pregunta se puede aplicar para describir el universo”.

Esterás desarrolla la ilusión de movimiento a su máxima expresión en la pieza titulada “Expansión”. Ésta, de superficie muy dinámica por las incisiones, surcos y cicatrices infligidas a la “piel” de la madera con una navaja, es una obra cuidadosamente concebida para brindar prominencia a la fibra de la madera como recurso expresivo. Esterás asocia la fibra y los nudos de la madera con el hecho de que el Universo mismo se manifiesta en la madera. Los expresivos surcos, rayas y líneas en el material, dotan la pieza con una sensación de movimiento, el cual acentúa el artista con el uso de tornillos y vidrios (principalmente canicas), dando paso a un espectáculo visual de astros, planetas, cometas, estrellas, satélites y constelaciones de un universo en expansión.

En contraposición al minimalismo de “En busca de señales I” y “En busca de señales II”, se alza gallarda en la muestra una expresiva obra pródiga en formas, niveles, surcos, y protuberancias. Su nombre: “Puertas cósmicas”. Es ésta una pieza en que se puede apreciar la observación de Astor Blanco consistente en que el artista aprovecha las imperfecciones del material. Es una obra densa, de gran carga visual que, en sus asimetrías y desniveles, de algún modo alcanza armonía, convirtiendo en tarea en extremo difícil despegar los ojos de ella, pues nos invita a abrir las puertas cósmicas allí representadas para ver qué se encuentra al otro lado de ellas. “Puertas cósmicas” cautiva por la múltiple segmentación de la pieza y sus cortes. Subyuga al espectador, además, con esas pinceladas de azul, verde y marrón que se aferran a la “piel” de las puertas, que muy bien podrían evocar el azul del mar, el verde de la vegetación, y el marrón de la tierra: elementos que se adhieren a las paredes de estas puertas cósmicas como reflejo del interés del ser humano en descubrir lo que hay más allá de esas puertas. Esta impactante escultura estimula nuestra imaginación y nos lleva a regodearnos en la contemplación de la obra y hacer bailar el ojo en un irresistible juego lúdico de formas y colores. Es la pieza en alguna medida el resultado de la curiosidad del artista por misteriosas puertas que han suscitado estudio y discusión por años, como es el caso de La puerta del sol en Tiahuanaco, la cual ha sido identificada como los restos que quedan de una antigua ciudad ubicada en el altiplano de Bolivia, cerca del célebre Lago Titicaca.

Es menester puntualizar que, más que una estrategia visual de alternancia de piezas minimalistas (como “En busca de señales I” y “En busca de señales II”) y aquellas de fuerte contenido expresionista (como “Puertas cósmicas”), el artista busca presentar el “orden del caos” del Universo.

En el citado libro “Construcción de lo Visual”, Damián Bayón introduce un concepto que, si bien reconoce como limitado, lo estima importante para comprender lo que considera “… un fenómeno tan complejo como el estético”. Damián Bayón, Construcción de lo Visual, op.cit, pág. 43.  Me refiero al concepto de la “endopatía” o “proyección sentimental”. Cita Bayón del “Diccionario de Filosofía” de Ferrater Mora, en los siguientes términos:

“’Se llama así a la vivencia por la cual el que experimenta se introduce en una situación objetiva, real o imaginaria, de tal suerte que aparece como ‘dentro de ella’. Y más adelante: ‘La endopatía es, en suma, un camino para alcanzar la aprehensión más cabal posible de una situación objetiva, sin convertirse en esta última, puesto que esto equivaldría a la autoaniquilación y excluiría por principio toda comprensión y participación efectiva. La ‘comprensión estética- que Vischer, Lipps y Worringer han examinado desde el punto de vista endopático- lo mismo que la ‘comprensión psicológica’ y, en general, toda comprensión de un ‘espíritu’- subjetivo- requiere, sin duda, una introducción, pero una introducción que no anule jamás la distancia, que no sea simplemente una disolución de todo lo que pueda interponer un velo entre el acto propio y la situación ajena. En el mismo sentido que la intuición y por las mismas razones-, puede decirse que la endopatía solamente puede dar origen a una comprensión auténtica cuando ‘regresa’ de la identificación afectiva y se transforma en conocimiento teórico’”. Ibid., pág. 42.

En varias obras que conforman la muestra, este fenómeno de contemplación estética es destacado por el artista, tanto por su inmersión en el ejercicio endopático o de proyección sentimental, como en su invitación al espectador a incursionar junto con él en dicho ejercicio. Ejemplo de ellas son “Infinito”, “Infinito II”, “Los 4 Astros”, “La puerta”, “Fusión cósmica” y “Marte”. Las primeras cinco obras mencionadas tienen el común denominador de la alusión al ojo humano, que el artista describe como su ojo mismo, en medio de la pieza, en observación escrutadora de ese universo en expansión que busca comprender. El artista se zambulle en la obra sin perder la distancia necesaria para degustar la experiencia estética en toda su plenitud. Nos invita a un abandono voluntario de nuestra rígida condición de espectadores para sabernos parte de la obra, pero con la distancia necesaria. “Fusión cósmica”, particularmente, logra el efecto endopático de manera convincente. Pude advertir el eficaz despliegue de esta dimensión de la obra de Esterás en el extraordinario vídeo que preparó el vídeo-artista Ozzie Forbes a modo de promoción para la muestra “Universo en Expansión”. En torno a esta obra, Forbes efectúa acercamientos y alejamientos de cámara, jugando con el concepto de la expansión, pero con la presencia central de ese ojo del artista, y del espectador mismo, que devuelve la mirada. Las tomas que Forbes hace de “Fusión cósmica”, transmiten esa sensación endopática de relación simbiótica de artista, espectador y obra, pero el mismo juego de cámara que transmite eficazmente el concepto de la expansión, no nos deja irremediablemente consustanciados con la obra, sino que nos aleja para recordarnos nuestra condición de espectadores, dándonos la distancia necesaria para la más eficaz apreciación estética.

Una pieza que, a un nivel distinto, nos lleva a la aquí discutida “proyección sentimental”, es “Marte”. Esta obra, de innegable brillantez conceptual y diestra ejecución, es realmente una mesa de trabajo que estuvo colocada por años en la compañía de diseño gráfico en que Esterás trabaja. La mesa sería descartada, mas este original y curioso artista vio posibilidades estéticas y artísticas que no podía desaprovechar. En torno a esa mesa de trabajo, el artista compartió con sus compañeros luchas y proyectos en común, así como intensas y pasionales discusiones sobre hitos personales, familiares y nacionales. La mesa sirvió de lugar de reunión y se convirtió en testigo de las alegrías y penas; euforia y melancolía; esperanza y frustración de los que día a día acudían a reunirse en torno a ella.

Cada incisión o surco dibujado con la navaja; cada perforación en las entrañas de la madera, forzada con el taladro; las firmes estocadas asestadas con el martillo; y esas bruscas caricias prodigadas a la noble madera con la torpe lija, evidencian una cohabitación cotidiana de almas afinadas para el trabajo en conjunto. El expresivo rayado en la mesa/obra de arte deja traslucir una historia. Sin saber que producirían un trabajo de méritos estéticos, Esterás y sus compañeros de trabajo fueron colaboradores en un paciente e inconsciente trabajo durante años, pudiera decirse que danzando alrededor de su mesa de trabajo como hiciera Jackson Pollock en torno a los lienzos colocados horizontalmente en el suelo para elaborar sus “drippaintings”, desarrollando un ritual similar al de los indios Navajo cuando efectuaban sus pinturas y dibujos en la arena.

Las marcas impresas permanentemente en la otrora mesa de trabajo quedan como testigos silentes de eventos de antaño alojados en el recuerdo de sus protagonistas, y resuenan en el artista como un eco distante. Combinado con su muy vívida imaginación, el eco de esas vivencias acompaña al artista mientras observa, a través de la bruma marciana, una Tierra que aprecia a la distancia, con nostalgia. La pieza refleja también el temor del artista de tener que resignarse en algún momento en el tiempo a desalojar su hogar terrestre que se torna cada vez más inhabitable por nuestros excesos. El artista contempla, y nos hace contemplar con él, la posibilidad de tener que mirar el planeta Tierra desde lejos, quizás a través del manto vaporoso del “Planeta Rojo”. Es notable cómo la mesa de trabajo/obra entra en una relación simbiótica con el artista y el espectador mismo. En un momento de profunda contemplación y activa consideración intelectual y afectiva de la pieza, sentimos que obra, artista y espectador se entremezclan en una sola unidad existencial, mas el artista y el espectador recobran conciencia de su individualidad y establecen la distancia necesaria del objeto para contemplar y evaluar el mismo.

Hay una pieza muy peculiar en la muestra, “Agujero”, que representa la concreción de la idea de Esterás sobre esa incógnita del ser humano en torno a los “agujeros negros” o el “puente Einstein-Rosen”. La tesis respecto a este puente estriba en plantear una solución que, al menos en teoría, viabilizaría el conectar dos regiones diferentes del espacio-tiempo, ello a través de un túnel que podría servir de atajo.

Esta pieza, la cual fue concebida conceptualmente para ser colgada, gira lentamente de manera espontánea, cambiando de posición y presentando al espectador dos escenarios distintos de ciudades en regiones diferentes. En una cara, aparenta representar una ciudad terrestre, como parece sugerir el artista con los parchos azules de pintura que utiliza, color que emplea para representar las grandes cantidades de agua que caracterizan la apariencia del planeta Tierra cuando es visto desde el espacio.


“Metrópolis”

Agujero”, pieza de 2016, parece presagiar la primera instalación del artista, “Metrópolis”, que también forma parte de la muestra. Esta instalación es una imponente y hermosa obra que consiste de once (11) piezas colgantes de un armazón de metal. Esta ciudad futurista derivada de una imaginación estimulada por el gusto del artista por las películas de ciencia ficción, es conceptualizada como una ciudad autónoma que flota en el espacio. Esterás presenta una elegante, pero densa y sombría ciudad, en la que se detectan estructuras complejas de ricas texturas, niveles y desniveles, que invitan a ser tocadas y escrutadas. Las once (11) piezas colgantes representan edificios en diferentes estados de crecimiento. Utilizo la palabra “crecimiento”, pues el artista me expresó que, en “Metrópolis”, quiso representar lo que imagina debe ser una ciudad ideal en alguna región cuyas edificaciones crezcan de manera autónoma. Pensó en una ciudad que se construya sola, y tenga la capacidad de reconstruirse ella misma. Imagina semillas de edificios lanzadas al aire y cayendo en terreno fértil, que permita la germinación de nuevos edificios, sin necesidad de intervención externa. Esterás ve en “Metrópolis” una ciudad que se expande en el cosmos, con múltiples posibilidades de crecimiento.

Principalmente cuando trabajó “Metrópolis”, Esterás se dio cuenta de que elaborar una ciudad en diferentes fases arquitectónicas evolutivas, le requería una atención a la forma, a la línea y la textura que no fuera desviada ni distraída por el color. No quería que la forma quedara enmascarada por el color, objetivo que puede lograr mejor con el tratamiento monocromático de la pieza.

La hermosa y profundamente misteriosa “Universo Acuático” es un magistralmente logrado poema visual. En esta pieza, Esterás representa con notable sensibilidad una metáfora que resume muy bien su propuesta en “Universo en Expansión”. Sobre un fondo azul intenso, emerge una masa color negro con un expresivo rayado. Cinco brillantes puntos amarillos representan los cinco soles que son necesarios para calentar una Tierra expandida, más grande que el Sol que conocemos. La monumentalidad de esta Tierra responde a una unidad de propósito de una raza humana que ha echado a un lado sus diferencias en pos de lograr aquellos bienes mayores que nos resultan comunes como habitantes de esta Tierra tan precariamente comprometida por nuestros excesos y nuestra inconciencia en su cuidado y preservación.

En “Universo en Expansión”, Raúl Esterás ha levantado una voz plástica clara y potente, con una propuesta coherente, inteligente y de gran sustancia, que anuncia a un joven y talentoso escultor del que no se puede prescindir cuando se haga un recuento de los principales valores jóvenes de las artes puertorriqueñas.

Lograr transmitir hondas reflexiones sobre algo tan complejo como el cosmos utilizando el medio de la escultura, y con el reto de una paleta limitada, es una gesta que merece ser destacada. Le auguramos a Esterás muchos éxitos más en su carrera artística, pues a su abundante talento, el artista ha unido una inquieta curiosidad, una mirada inteligente al mundo que le rodea, y una fina sensibilidad de hombre bueno, alcanzando el resultado inevitable de la expansión de ese universo de ideas y sentimientos que alberga en su mente y su corazón.

“Universo en Expansión” estará expuesta en la Casa Ashford, en Condado, hasta mediados del mes de abril de 2017. Para más información, puede comunicarse con REM Project al (787) 547-5757.

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